El pasado 23 de julio decidí cumplir otro de los desafíos ciclistas que tenía pendiente: ir en bici de Málaga a Almería. Después de darle muchas vueltas, decidí que sería por la carretera de la costa (N-340, 210 km) y en un sólo día, saliendo temprano por la mañana y descansando durante las horas de más calor.

20160723_123209

Entrada en la provincia de Almería

Cualquier viaje en bicicleta tiene una serie de situaciones que marcan su transcurso. Una serie de estados mentales, de formas de afrontar lo que viene, que determinan cómo se vive la aventura. Este viaje lo voy a resumir en cuatro momentos:

«Estoy que me salgo»

 

20160723_074145

Amanecer sobre Maro-Cerro Gordo

Salí muy temprano, a las 5:30 de la mañana, y eso me hizo aprovechar mucho la primera parte del día. Vi amanecer pasando Nerja, en los Acantilados de Maro (foto) y avancé por la costa granadina durante las primeras horas de luz. Me sentía muy fuerte, reponiendo de forma apropiada energía y líquido. La zona de sube y baja al pasar Motril impuso algunos cambios de ritmo, pero los llevé con calma y disfrutando del paisaje costero. Sorprendentemente, entré antes de lo que esperaba en la provincia de Almería, y a las 13h ya estaba en Adra. ¡Qué fuerte me sentía!

«¿Pero qué estoy haciendo aquí?»

20160723_102907

N-340: la carretera ninja

Es curioso, la parte más difícil del viaje fue también la más llana. Al pasar Adra, el camino hasta Almería capital era por un paisaje yermo e inhóspito, poco agradable de ver y muy expuesto al viento, que después de comer empezó a soplar con fuerza y en contra. No me quedó más remedio que bajar la cabeza, agarrarme a los cuernos y pedalear con la fe de que todo lo malo pasa. Para poner las cosas más difíciles, me costó mucho seguir el camino: esperaba llegar sin abandonar la N-340 de la costa, pero en la costa almeriense esta carretera está en un estado deplorable, no tiene continuidad y es necesario enlazar con otros tramos comarcales. Lo pensé en multitud de ocasiones: «¿Pero qué estoy haciendo yo aquí? ¡Si esto no lleva a ninguna parte!». Tuve que usar el mapa y ser paciente, ya que en más de un cruce no tenía ni idea por dónde debía seguir.

«Esto me pasa por no saber»

20160723_103931

Preciosas zonas de costa

Como llegué a la hora perfecta, decidí comer en Adra. Me di una vuelta por el paseo marítimo y vi una zona de chiringuitos. Me paré en uno e hice lo que más me gusta en los sitios de comer: fiarme del criterio del camarero. Fallo garrafal. Me recomendó y sirvió una fritura de pescado rancio por la que pagué más de 20€. Esta vez me tocó a mí ser el primo, y pude ver que el camarero sabía perfectamente que me la estaba pegando. Claro, que así consiguió que yo nunca vuelva a comer en Adra, ni mucho menos en ese chiringuito. A la playa sí que iré, estaba espléndida y con socorristas muy simpáticos.

«En realidad no es tanto»

Llegada a Almería, a media tarde.

Llegada a Almería, a media tarde.

Cuando por fin hube pasado la zona más expuesta al viento, llegué a Aguadulce y me dispuse a pasar la rocosa zona de costa, llena de túneles, que lleva hasta Almería. Aquí ya estaba a salvo del viento de cara y veía mi destino muy cerca: lo peor había pasado, y me volví a sentir eufórico y lleno de energía. Visto en ese momento, uno se dice «Tampoco ha sido para tanto, ¿verdad?». En los viajes largos en bici, este momento siempre llega, y ahí me gusta recordar que, muy poco tiempo antes, he podido estar en la más absoluta desesperación. Pero que si tengo confianza y sigo pedaleando mientras tenga fuerzas, lo malo siempre pasa.

Y fue cierto. Sobre las 18:30 del día 23 de julio de 2016, mi TX-Randonneur y yo entrábamos en Almería.

Guardar