Para este viaje, realizado entre el 8 y el 9 de julio de 2016, estrené nuestro modelo estrella para cicloturismo: la VSF TX-Randonneur. Es el modelo básico de VSF para cicloturismo, pero una destacadísima bicicleta.

La TX-Randonneur, en marcha.

La TX-Randonneur, en marcha.

Mi objetivo era llegar hasta Castell de Ferro, en la costa de Granada, y subir el puerto del Haza del Lino. Había visto (gracias a Altimetrias.net) que era de las subidas más duras en el sur de España, y el plan de fin de semana de playa, bici y montaña se presentaba genial. Decidí irme con el equipaje justo, ya que se trataba de sólo un fin de semana, así que conseguí meterlo todo en mi alforja individual Ortlieb Downtown.

Salí el viernes por la tarde sobre las 17:30. El recorrido Málaga-Nerja lo hice acompañado de otros muchos ciclistas de carretera, en su salida de la tarde. Pronto me di cuenta de lo que podía esperar de un cuadro de acero Chromoly como el de la Randonneur: una rigidez y estabilidad sobresalientes, eso sí, a costa de una respuesta más lenta. La carga de equipaje trasera (unos 7 kilos llevaba) no se notaba ni poniéndome de pie en la bici, pero para seguir a rueda de otros ciclistas en bicicletas de carretera me costaba más esfuerzo reaccionar a los cambios de ritmo. Una vez se coge velocidad, todo en orden.

Hasta Nerja había ido muchas veces, pero nunca había pasado de allí en bici. El recorrido junto a los acantilados de Maro y Cerro Gordo fue una pasada, más lento de lo esperado por las continuas subidas y bajadas, pero con unas vistas espectaculares. ¡Muchísimos lugares en los que apetecía quedarse a echar el fin de semana completo!

Maro-Cerro Gordo

Maro-Cerro Gordo

No me paré demasiado y conseguí llegar a La Herradura, mi lugar para hacer noche, a la hora justa: para ver los últimos rayos de sol poniéndose sobre las montañas. Un baño en la playa, y a descansar para el día siguiente, que prometía ser duro.

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La Herradura, atardeciendo.

Una de las ventajas que buscaba en la Randonneur es poder practicar mi tipo de ciclismo favorito, el de carretera, en un cuadro y manillares con postura más ergonómica. Las manetas Shimano 105 permiten un agarre muy cómodo, pero necesité un rato de prueba para encontrar el punto de ajuste óptimo que yo quería. Por eso, al llegar a La Herradura, me alegré de haber echado una multiherramienta muy compacta para hacer los ajustes que me harían encontrar la postura perfecta.

¡El ajuste lo es todo!

¡El ajuste lo es todo!

Pasé la noche en el camping del lugar, en su zona de acampada libre. Al llegar yo les dije que iba a vivaquear, a lo cual ellos me respondieron «no se puede dormir sin tienda de campaña». Yo alegué que mi vivac sería a todos los efectos como una tienda de campaña, y no discutieron.

Bici-vivac. Pintaba bien.

Bici-vivac con poncho impermeable y cuerda pita. Una vez scout, siempre scout.

Cuando me acomodé debajo, entendí lo que me habían querido comunicar en el camping. No me dijeron «está prohibido dormir sin tienda», sino «no se puede». Toda la razón. Con el resto de mi cuerpo tapado, tal cantidad de insectos se posaron en mi cara, que estuve en vela casi toda la noche. Otra cosa que aprendo.

Menos mal que amaneció pronto, y salí un poco antes de las 8:00 para que no me pillase demasiado sol. Continué rodando por la costa granadina, atravesando zonas de calas preciosas, hasta llegar a la llanura de Motril, donde pude pasar junto al que, por nombre, había sido uno de mis pueblos favoritos no-conocidos: Salobreña. Su rótulo de bienvenida en la rotonda de entrada, hecho en Comic Sans, le arrebató dicho título al momento.

La vista sí molaba.

La vista sí molaba.

Unos kilómetros más, y llegué a Castell de Ferro a las 11:00. Pausa para repostar agua en la gasolinera de entrada, y para divisar mi objetivo: el Haza del Lino. Pregunté al dependiente si el monte era el que yo creía:

– ¿De verdad quieres subir allí en bici?

– Sí.

– ¿El equipaje lo llevas contigo?

– Sí.

– …

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Haza del Lino, desde Castell de Ferro.

La subida empieza suave, pero cuando llegan los tramos duros, sólo puedo decir que es TERRORÍFICA, con rampas del 18% a pleno sol. Mis piernas iban bien. Me encontraba fuerte, le eché paciencia. Y con todo eso, me tuve que rendir a mitad de puerto. Había comenzado la subida con 2 litros de agua, y al km 10, después de hora y cuarto, ya me estaba bebiendo el último bidón.

Yendo solo y en esas condiciones de calor, no tenía sentido arriesgar, así que tomé la decisión razonable: darme la  vuelta y dejarme caer hasta la playa para pasar el mediodía allí. Tuve la suerte de que, en Castell de Ferro, pude dejar mi bicicleta y equipaje frente al puesto de Protección Civil, estando supervisada en todo momento. ¡Eso sí es ser bike friendly!

No sólo es que haya playas en Granada, es que son una pasada.

No sólo es que haya playas en Granada, es que son una pasada.

Sobre las cinco de la tarde empecé a regresar. Tenía más de 100 kilómetros hasta casa, y mi previsión inicial era no forzar y pasar la noche por el camino, sabiendo que ya llevaba desgaste acumulado. Pero me notaba muy bien de piernas, con líquido y alimento suficiente para seguir hasta donde quisiera. Además, contaba con una gran ventaja: la dinamo en el buje Shimano XT, con faro delantero y trasero de encendido automático, y con una calidad de iluminación incuestionable. Esto me permitía prolongar mi etapa de forma segura hasta la noche, así que me dije a mí mismo que, si pasaba por Nerja antes de las 21:00, seguiría hasta casa. Así fue, y aunque llegué cansado, debo decir que el rato de pedaleo al atardecer y durante la noche fue de lo más agradable. Así tenía el domingo para quedarme en las playas de Málaga a vaguear un poco.

Así, sí te ven.

Así, sí te ven.

Así las cosas, terminé el sábado por la noche sobre las 23:00, con 250 km en las piernas y un montón de paisajes y experiencias vividas en menos de dos días. Y con un dilema sobre el que reflexionar: yo siempre había sido de Campagnolo, pero el excelente rendimiento de la transmisión Shimano 105 me hace cuestionarme mi verdadero linaje.

¡Qué ganas de volver a irme!